La acromegalia, también conocida como `Síndrome de Pitman-Moore-Gardner` o `Síndrome de Strumpell-Lorain`, es una enfermedad crónica, causada por la presencia excesiva de hormona del crecimiento (somatotropina) en el cuerpo. Esta condición suele ser causada por un tumor hipofisario, y es la manifestación de una disfunción en la glándula hipófisis, que generalmente afecta a las personas de mediana edad. Las principales características de la acromegalia suelen ser la mayoría de los signos y síntomas relacionados con el crecimiento: el rostro se vuelve más ancho, los brazos y las piernas se alargan y la columna se torcié.
Los primeros signos de acromegalia normalmente se desarrollan lentamente a lo largo de varios años, y pueden incluir la aparición de excesivas cantidades de grasa alrededor de la cara, extremidades, espalda y abdomen.
También hay cambios en la estructura facial como el agrandamiento de los pómulos, labios y nariz, y el estrechamiento de los ojos y el puente nasal. El agrandamiento de los órganos internos, incluyendo el corazón, el hígado y los riñones, también se puede observar. El crecimiento muscular y óseo excesivo, que en muchos casos comienza con el desarrollo de la mano y los pies, también es común en aquellos afectados por la acromegalia. Es importante tener en cuenta que los síntomas se pueden manifestar de manera diferente según la edad del paciente. Los niños afectados por la enfermedad experimentan un crecimiento acelerado, lesión ósea, aliento problemático y retraso en la maduración sexual. Mientras tanto, los adultos mayores son más propensos a desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes y dificultades respiratorias. Además de los síntomas físicos, los pacientes con acromegalia pueden experimentar otros síntomas metabólicos, como la alteración del metabolismo de grasas y azúcares, dislipidemia, resistencia insulínica y aumento de la presión arterial.
Algunos también suelen experimentar síntomas psicológicos como la depresión, la ansiedad, la falta de concentración y la fatiga. La acromegalia se diagnostica con una biopsia de hipófisis para detectar el tumor hipofisario, seguida de un nivel sanguíneo de hormona del crecimiento para confirmar el diagnóstico. El tratamiento tradicionalmente incluye la cirugía para extirpar el tumor, terapia con medicamentos o con radiación para disminuir la producción de hormonas. Sin embargo, el tratamiento puede ser diferente para cada paciente, dependiendo de los signos y síntomas que presente. Dependiendo de la severidad de la enfermedad, una vez que el tumor hipofisario es extirpado, los síntomas cesan gradualmente y se normalizan con el tiempo. Puede considerarse una buena noticia para los pacientes de acromegalia que existen tratamientos eficaces que pueden controlar sus síntomas y permitir una vida más normal. Se recomienda hacer un seguimiento regular con el médico para determinar los posibles efectos secundarios de los tratamientos y los cambios en el estado de salud. Esto es especialmente importante para las personas mayores que pueden tener una mayor probabilidad de complicaciones asociadas con esta enfermedad.
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