Apostatar es un término religioso y se refiere a la actitud de la persona que habilita o abraza una fe o creed o a la que renuncia por completo.
El concepto proviene del latín apostata que significa “apostar”.
La apostasía religiosa a menudo implica renegar públicamente de las creencias y/o prácticas religiosas que la persona había aceptado previamente, ya sea formalmente o a través de prácticas devocionales. La apostasía también se conoce como infidelidad, ya que estas acciones son objeto de mucho debate sobre el ámbito teológico y ético. Mientras que la mayoría de las religiones no buscan la apostasía activamente, sucede de todos modos y hay variedad de conceptos sobre lo que significa y por qué se produce. Aun así, existen muchas corrientes teológicas que tienen diferentes ideologías al respecto, algunas doctrinalmente más restrictivas, mientras que otras son más tolerantes. Algunas religiones tienen una percepción más negativa que otras sobre el tema de la apostasía y muchas veces enfrentan castigos para aquellos que cambian a otras religiones. Algunos argumentan que la apostasía es parte integral de la historia de la humanidad y que es una apertura teológica para la exploración espiritual libre. Esta es la idea de que aquellos que deseen experimentar con la religión deben tener la posibilidad de hacerlo sin ser reprimidos. Visto de esta manera, la apostasía es una libertad, es decir, una libertad espiritual que está garantizada o, al menos, protegida por el derecho a la libre expresión religiosa donde sea.
Otra perspectiva común de la apostasía es una que se concentra en la responsabilidad personal, la coherencia y la madurez intelectual. Esta comprensión argumenta que apostatar implica no solo una señal de independencia por parte del votante, sino también la capacidad de elegir llevar vidas religiosas de maneras maduras y consecuentes. La apostasía se considera una elección personal bien informada y respetuosa por parte de la persona; por lo tanto, se considera un ejercicio de madurez spirit-intelectual.
La tradición teológica habla de la “gran sencillez” como un modelo para entender la apostasía.
Esta corriente propone que la persona es capaz de desarrollar un entendimiento más profundo sobre el significado de la fe y así la persona debe actuar de acuerdo con ese entendimiento.
De hecho, el concepto de “gran sencillez” comprende que la propia manera de adoptar una religión será diferente para cada persona. Así, la “gran sencillez” aboga por la tolerancia de las creencias religiosas, pero también exige una responsabilidad individual para el desarrollo intelectual y espiritual. Es importante mencionar que la apostasía no es buena ni mala, sino una decisión personal que requiere reflexión profunda. Dicha reflexión debe tener en cuenta los preceptos religiosos y sociales de la creencia en cuestión, así como una consideración de la cosmovisión religiosa y espiritual que anima el votante. Si el votante hace sus deberes antes de apostatar, entonces es posible que salgan con su decisión.
De lo contrario, el comportamiento puede conducir al fracaso.
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