El fracking, o fracturamiento hidráulico, es una técnica de explotación de combustibles fósiles que involucra la extracción de gas natural o petróleo de yacimientos subterráneos localizados grosor grandes profundidades. Esta técnica, en la que se inyectan fluidos bajo presión en la roca, se puede llevar a cabo en formación sedimentaria de origen marino, así como en fósiles y arcillas. En esta técnica, se perfora un pozo profundo, generalmente de 3600 metros, en el que se introduce luego un tubo de perforación o un inyector de flujo. A este nivel, se inyectan fluidos a alta presión para fracturar la roca y liberar el gas o el petróleo del yacimiento. Esta presión abre una red de microfracturas que permiten extraer los combustibles fósiles del yacimiento en cuestión. Las fracturas abiertas generalmente requieren de varios días para rellenarse con una mezcla de agua, arena y aditivos químicos. Una vez que la fractura está sellada, se inyectan gases a alta presión para desarrollar un flujo de los recursos naturales. A pesar de que el fracking ha permitido a muchas empresas de gas y petróleo aumentar sus ganancias, hay quienes prefieren evitar esta técnica debido a los riesgos y peligros que acarrea para el medio ambiente.
Uno de los principales preocupaciones es el posible vertido de toxinas y contaminantes en el suelo, el agua y el aire. Esto se debe principalmente a los fluidos usados en proceso de fracturación, que contienen compuestos químicos tóxicos que pueden perjudicar los suelos, el agua y el aire circundante. Además, el fracking también puede generar una fuerte contaminación acústica y vibraciones intensas, las cuales pueden ser dañinas para el suelo, los animales y los seres humanos.
Otra preocupación importante acerca del fracking es su vínculo con la sequía.
Se ha observado que la técnica tiende a usar grandes cantidades de agua, la cual se extrae de los acuíferos, profundizando la escasez de recursos en algunas áreas. El uso excesivo de agua puede tener otros efectos perjudiciales, como la reducción del nivel de ésta en las fuentes locales, lo cual también contribuye a las sequías. Por último, también se ha identificado el fracking como una práctica que genera gran cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero. Esto se debe a que muchas de las empresas involucradas en el fracking usan grandes cantidades de combustible para perforar, lo cual contribuye notablemente a la emisión de grandes cantidades de gases de efecto invernadero.
Estos cambian los patrones climáticos lo cual, a su vez, afecta negativamente nuestro medio ambiente.
En conclusión, el fracking es una técnica usada para el aprovechamiento de recursos fósiles que, a pesar de sus muchos beneficios, también puede tener un fuerte impacto negativo en nuestro medio ambiente.
Entre los efectos dañinos para el entorno se destacan el vertido de toxinas en el suelo, el aire y el agua, la reducción de la disponibilidad de agua y la emisión de gases de efecto invernadero.
Por eso es importante estudiar estas consecuencias antes de optar por emprender cualquier proyecto relacionado con el fracking.