La malaria es una enfermedad infecciosa potencialmente letal que afecta la salud de millones de personas en todo el mundo, especialmente en los países en desarrollo. Se produce a través de un mosquito hembra del género Anopheles, el cual pica a una persona infectada con Plasmodium, un protozoo, y luego transmite la enfermedad a través de su saliva cuando pica al próximo huésped.
Esta enfermedad transmisible no tiene una cura aprobada pero se puede prevenir y tratar con tratamientos pertinentes si se diagnostica y enfrenta a tiempo. La malaria es una enfermedad parasitaria que se produce a través de varios tipos de protozoarios del género Plasmodium. El protozoo infecta al huésped y se propaga entre las personas a través de la picadura de un mosquito Anopheles hembra infectado. La picadura transmite el protozoo desde una persona ya infectada hasta un nuevo huésped, donde comienza el ciclo de la enfermedad. Estos mosquitos también transmiten el virus del dengue, la fiebre amarilla y la enfermedad de la Rift Valley. Los síntomas de la malaria generalmente pueden aparecer entre 7 a 30 días después de haber sido picado por un mosquito.
Esto dependerá del tipo de Plasmodium que enferme a la persona.
Los síntomas comunes incluyen escalofríos, fiebre, dolores de cabeza, escalofríos, vómitos, sudores y sudoraciones nocturnas.
Los síntomas dependen también del estado inmunológico y la edad del huésped.
Esto incluye eliminar los criaderos de los mosquitos, manteniendo limpios cuerpos de agua salobres y llenos de vegetación, usar redes mosquiteras, utilizar repelentes de insectos y si es posible usar insecticidas.
Los hábitos para prevenir la malaria también incluyen evitar las zonas infectadas por el mosquito, cubrirse bien de pies a cabeza durante la noche para evitar mordeduras y lavarse las manos con agua y jabón frecuentemente.
Es importante diagnosticar la malaria lo más pronto posible para empezar el tratamiento y prevenir complicaciones potencialmente fatales. Los diagnósticos pueden ser hechos con prácticas clínicas, tales como un examen físico, tomando la temperatura y realizando pruebas de laboratorio para buscar signos de Plasmodium en sangre y tejidos. Una vez que se diagnostica la malaria, el tratamiento consiste en la administración de un curso de terapia con medicamentos antimalariales. El tratamiento se basa en los resultados del examen de laboratorio, el estado del paciente y el nivel de resistencia al medicamento particular. Estos medicamentos pueden incluir artemisinín, una clase de droga que puede ser administrada vía oral o intravenosamente, junto con un antipalúdico, por ejemplo Chloroquine o Mefloquina. Los adultos generalmente reciben un tratamiento de 14 días; mientras que los niños necesitan recibir dosis más pequeñas para evitar los posibles efectos secundarios. Un número cada vez mayor de personas en todo el mundo está siendo infectado por la malaria. La Organización Mundial de la Salud estima que hay entre 219 y 304 millones de casos de malaria cada año, con entre 430. Los países más afectados son África, Asia del Sur y el Pacífico, que se enfrentan con el mayor número de casos y muertes. Esta enfermedad se puede prevenir con medidas adecuadas como el uso de mosquiteros, repelentes de insectos y controles de los criaderos de mosquitos.