La quinina es una sustancia química natural que se extrae de la corteza de los árboles de cinchona, una familia de árboles tropicales que crecen principalmente en América del Sur. Durante siglos, ha sido una de las principales medicinas utilizadas para tratar malaria y otros problemas de salud. Desde la década de 1600, la quinina se ha utilizado como remedio para la malaria, una enfermedad potencialmente mortal impulsada por mosquitos transmitidos. Los primeros usos de la quinina conocida tienen sus raíces en el antiguo Perú, donde los incas utilizaron una poción hecha con hojas de cinchona para aliviar los síntomas de la malaria.
Durante los siglos XVII y XVIII, los viajeros europeos notaron el alivio de los síntomas que la quinina proporcionaba a los pacientes de malaria, lo que contribuyó a su difusión y uso generalizado.
La quinina pertenece a la clase de medicamentos llamados antimaláricos.
Esta droga actúa al inhibir ciertas formas de protozoarios que son responsables de la malaria.
Esto se logra interfiriendo con la actividad de una enzima específica llamada hemozoína hepática, lo que contribuye a evitar que los parásitos invadan y destruyan el hígado del portador de la enfermedad.
Además de ser ampliamente utilizada para tratar la malaria, la quinina también se ha descubierto que tiene una variedad de beneficios para la salud. Además de la prevención de la malaria, se cree que puede ayudar en el tratamiento de trastornos relacionados con la circulación, como la insuficiencia cardíaca, y algunos estudios sugieren que la quinina también puede reducir la ansiedad y el estrés.
La quinina se ha descubierto para tener otros beneficios, como los auxiliares de tratamiento para el paludismo, la fiebre solar y otras infecciones. Cuando se combina con otros antimaláricos o inmunomoduladores, se ha encontrado que la quinina puede producir mejores resultados en el tratamiento, como agilizar el aclaramiento de los parasitos.
Sin embargo, como con cualquier otro medicamento, la quinina puede presentar algunos efectos secundarios nocivos.
El uso prolongado de la quinina puede producir una variedad de síntomas, como la fatiga, las náuseas, el dolor de cabeza, los trastornos de la audición, unas palpitaciones irregulares y una disminución en la producción de glóbulos rojos.
Estos efectos secundarios pueden ser más graves si se toma en dosis extremadamente altas o se usa en pacientes con enfermedades graves. La quinina también puede interactuar negativamente con otros medicamentos, como los anticoagulantes, los antihipertensivos y la digoxina, que se usa para tratar la insuficiencia cardíaca. Con todo, la quinina ha sido históricamente uno de los medicamentos más utilizados para tratar la malaria, que sigue siendo una amenaza importante para la salud pública en las zonas del sureste de Asia y el África tropical.
Mientras que la quinina no funciona contra todas las cepas de la malaria, sigue siendo uno de los principales componentes del tratamiento sintomático de la enfermedad. Debido a esto, sigue siendo uno de los medicamentos antimaláricos más confiables y efectivos que se usan hoy en día.