La hemofilia es una enfermedad hereditaria muy grave que afecta principalmente al sistema sanguíneo del cuerpo. Esta afección hematológica provoca que el cuerpo no produzca suficiente factor de coagulación de la sangre, lo cual dificulta la formación de un coágulo para detener el sangrado cuando se produce una lesión.
Aunque la enfermedad puede ser translucida fácilmente desde el exterior, la falta de un tratamiento adecuado para la hemofilia puede conducir a graves complicaciones o incluso a la muerte. Se estima que aproximadamente 400 000 personas en todo el mundo tienen algún tipo de hemofilia y se cree que casi el 50 % de estas afecciones aún no ha sido diagnosticada.
Hay dos tipos principales de hemofilia: la Hemofilia A (factor VIII) y la Hemofilia B (factor IX). El grado de la enfermedad varía considerablemente entre estos dos tipos, pero es importante tener en cuenta que los síntomas también son similares tanto para la Hemofilia A como para la Hemofilia B.
Los síntomas más comunes de la hemofilia son prolongados períodos de sangrado.
Esto se debe a la falta de un mecanismo de coagulación de la sangre adecuado.
Estos sangrados pueden ser internos o externos, aunque, con frecuencia, son externos y se presentan en lugares como el abdomen, los tobillos y los codos.
Las hemorragias internas más comunes ocurren en el estómago o el área del cerebro.
En algunos casos, los síntomas de la hemofilia pueden ser muy leves, relacionados principalmente con un sangrado excesivo después de una lesión o algunos problemas con el equilibrio. Sin embargo, en algunos casos más graves, los síntomas relacionados con la hemofilia pueden empeorar con el tiempo, provocando complicaciones graves como la incapacidad de movimiento o el deterioro de la función del órgano.
Estos son los casos más graves de la enfermedad, en los cuales el tratamiento debe ser inmediato para evitar consecuencias severas. La forma crónica más común de tratar la hemofilia es a través de la administración de concentrados de factores de coagulación. Estos factores son una sustancia química que se añade a la sangre para ayudar a controlar el proceso de coagulación. Los agentes más comunes de tratamiento son la forma recombinante del factor VIII y la forma recombinante del factor IX. Además de los concentrados de factores de coagulación, hay varias formas de terapia con el fin de prevenir o controlar los resultados adversos de la enfermedad. Estos tratamientos incluyen el uso de medicamentos que reducen el riesgo de sangrado, como los inhibidores del factor Xa, los inhibidores del factor VIII y la terapia con factores de coagulación artificial; los cuales pueden ayudar a prevenir una hemorragia al bloquear la acción de los factores innecesarios de coagulación.
La hemofilia también puede tratarse con terapias relacionadas con el estilo de vida, incluido el ejercicio regular, la buena nutrición, la limpieza y la eliminación de cualquier otro riesgo potencial de lesiones.
Por último, la educación adecuada para el paciente puede ayudar a los pacientes a comprender mejor la enfermedad y a desarrollar una mejor estrategia para manejar los síntomas. Ambos factores adversos, impacto psicológico y físico de la condición, deben ser tratados con medicamentos apropiados, tratamiento adecuado y un seguimiento permanente.