La hepatitis C es una enfermedad infecciosa que afecta principalmente al hígado, causada por el virus de la hepatitis C (VHC). Este virus se trasmite principalmente a través de la sangre y puede provocar tanto una infección aguda como crónica. En muchos casos, las personas infectadas de hepatitis C no presentan síntomas, lo que genera que no sean conscientes de que poseen este virus. La forma más común de transmisión de la hepatitis C es mediante la práctica de compartir agujas o jeringuillas para inyectarse drogas.
Esto también incluye el compartir utensilios asociados, como cucharas, algodón y tubos de inyección.
Además, el uso de objetos de higiene personal como cuchillas de afeitar, cortauñas y cepillos de dientes que puedan estar contaminados con sangre infectada también puede conducir a una infección por VHC.
La exposición ocupacional también representa un riesgo.
Esto se refiere a los profesionales de la salud que están en contacto con sangre infectada, principalmente a través de pinchazos con agujas contaminadas. Aunque es menos común, el virus también puede transmitirse durante procedimientos médicos en los que se utiliza equipo no esterilizado. Anteriormente, las transfusiones de sangre y los trasplantes de órganos eran una causa común de infección del VHC, pero el riesgo se ha reducido significativamente en las últimas décadas gracias a las pruebas de detección rigurosas y los procedimientos de esterilización mejorados.
Una madre infectada con VHC también puede transmitir el virus a su hijo durante el parto.
Sin embargo, la transmisión de la hepatitis C por vía sexual es menos común.
Se cree que este tipo de transmisión es más probable en relaciones sexuales sin protección, particularmente en presencia de otras infecciones de transmisión sexual, la menstruación o prácticas sexuales que pueden provocar sangrado.
Es importante destacar que el VHC no se transmite a través de la leche materna, los alimentos o el agua, ni por contacto casual, como abrazarse, besarse o compartir utensilios para comer o beber con una persona infectada.
Dado que no existe una vacuna eficaz contra el VHC, la prevención es fundamental para detener la propagación de estos virus. Esto incluye tomar precauciones para evitar la exposición a la sangre infectada, nunca compartir agujas ni objetos de higiene personal, y siempre practicar relaciones sexuales protegidas. Muchas personas no saben que están infectadas porque los síntomas, si los hay, suelen ser vagos y generales, como fatiga, dolor y fiebre. Sin embargo, con el tiempo, una infección crónica no tratada puede llevar a la cirrosis hepática, el cáncer de hígado y la insuficiencia hepática. Existen medicamentos antivirales potentes que pueden curar más del 90% de las infecciones por VHC, reduciendo el riesgo de muerte por cirrosis y cáncer de hígado. Todos los adultos y todas las personas con factores de riesgo para la infección por VHC deben hacerse la prueba para poder iniciar el tratamiento si es necesario y prevenir la propagación a otros.
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